Camiseta Local España Mundial 2010

Hacía mucho, pero que mucho tiempo que no me pasaba por aquí. Seguramente el mundo no ha llorado por mi ausencia, y hoy que vuelvo ni se inmutará. Pero qué os voy a decir, me aburría y tenía ganas de publicar algo.
La Leyenda de la Roja comenzó en la Eurocopa de 2008, pero sin duda alguna, fue en el Mundial de Sudáfrica de 2010 cuando se vio confirmada la grandeza de aquella generación de jugadores de los cuales queda actualmente la vieja guardia.
Hoy abro mi armario para mostraros la primera camiseta que llevó esa ansiada estrella, llevada por el Guaje Villa en los partidos como local durante este torneo que quedará para la historia en nuestros corazones.



Pero en todo éxito hay que sufrir para consecución. Y en este sufrimos desde los primeros minutos, ya que en nuestro debut en este mundial sufrimos una derrota. Derrota por la mínima contra Suiza, pero derrota al fin y al cabo. Una derrota nunca es una buena manera de empezar la andadura en un mundial, y posiblemente mucha gente se desanimó, pero la Furia Roja es poderosa... Tanto, que en los dos partidos siguientes, contra Honduras y Chile, conseguimos acabar líderes de grupo de la mano de los goles del Guaje y del Mago de Fuentealbilla.
El primer escollo estaba superado, habíamos pasado la fase de grupos, pero el camino hacia la copa no había hecho más que empezar... Nuestro siguiente rival, en octavos, fue la Portugal del Bicho, de CR7. Pero una vez más, Villa nos sacó las castañas del fuego para llevarnos a los cuartos de final de este mundial.
Ay los cuartos, esa temida barrera que, aunque haya sido superada ya en diversas ocasiones, siempre es temida por las repetidas veces que nos dimos de bruces con ese muro. En esta ocasión, el albañil encargado de intentar construir ese muro fue Paraguay. Y la verdad es que no lo hicieron mal,pero hubo momentos de locura con los penaltis, Primero, uno a favor de Paraguay que atajó con maestría el Santo. Y en el contragolpe siguiente, otro a favor de los nuestros, que marcó Xabi Alonso. Todo esto estaría bien si el árbitro no hubiese anulado el gol y ordenado repetir el lanzamiento. En esta ocasión, el por entonces arquero del Real Valladolid, Justo Villar, se hizo con la bola. Pero quién apareció? Nuevamente, David Villa puso ese 1 en el casillero del combinado español para avanzar a semifinales.
Y menuda semifinal, nada más y nada menos que contra la todopoderosa Alemania. Quizá hay mucho que contar de este partido, pero en mi fuero interno, la única imagen que tengo de él es ver al Tiburón Puyol elevarse sobre todas las cabezas de la defensa alemana y llevándose por delante a Piqué, para hacer realidad uno de los más ansiados sueños del fútbol español, conseguir llegar a la final de un mundial.
11 de julio. Johannesburgo. Estadio Soccer City. Nelson Mandela estuvo ahí. Miles de personas vibrando en el estadio, y millones más en el resto del mundo. El rival, Holanda. El juez, Howard Webb. Íbamos de azul, pero nuestra Furia Roja inundaba nuestros corazones. Y dicha furia no tardó en salir a la luz, cuando De Jong cambió de deporte y se convirtió en luchador al propinarle una fuerte patada en el pecho a Xabi Alonso digna de tarjeta roja. Sin embargo, el colegiado inglés no la consideró merecedora de la tarjeta carmesí, simplemente de la amarilla. Desde ese momento, Webb se ganó el odio de todos los españoles. El tiempo pasaba con resultado gafas, y permaneció así gracias a una intervención divina de Casillas, desviando mínimamente el disparo de Arjen Robben para que no se encontrase con la red española. Seguíamos vivos, pero el tiempo se acababa. Y se acabó. Aunque no del todo, media hora restaba para conseguir la hazaña. Y llegó el minuto 117. Y el mundo se paró. Andrés Iniesta había chutado. Nos parecía que el balón iba a cámara lenta. Pero finalmente traspasó la línea. Gol. Alegría nacional. Incluso de Del Bosque, pero nuestro entrenador sabía que no habíamos terminado. El partido tenía que acabar. Y así se lo dijo a sus jugadores.
Y finalmente llegó el momento. Howard Webb se llevó el silbato a la boca y pitó el final del partido.
Éramos campeones del mundo. Y lloré, al igual que España entera. Por fin lo habíamos logrado. El camino se había completado. Posiblemente ganemos otro mundial en el futuro, pero ninguno será como este. Los jugadores van y vienen, la vieja guardia se retirará, sangre nueva vendrá. Pero hay algo que siempre se mantendrá.

La Furia Roja.

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